Es domingo y tú no estás,
como si el domingo no fuese lo suficientemente triste ya de por sí.
La música retumba por toda la
habitación con la esperanza de evadir mis pensamientos, ilusa de mi. Como si hubiera
alguna canción que no hablara de nosotros. Como si existiese alguna canción que
no me hiciera pensar en ti.
Te echo tanto de menos que me
quema la garganta. Echo de menos quedarnos dormidos por no colgar el teléfono,
echo de menos contarte mi día y que tu me cuentes el tuyo, echo de menos tus
ataques de amor repentino y despertarme con un mensaje ñoño de esos que tanto
odio y que tanta falta me hacen a veces.
Echo de menos tus ataques de
inseguridad aún sabiendo que vinieran los que vinieran tú siempre estarías por
delante.
Echo de menos tu carita
cuando tenías sueño, a quién pretendo engañar, echo de menos tu carita en
general. Y tu boca, y tus ojos, y tus pequitas, y tus brazos, joder tus brazos.
Echo de menos hasta la cara de hijo de puta que se te ponía cuando discutíamos,
cuando se te escapaba la risa porque los dos sabíamos que da igual cuantas
veces al día discutiéramos porque acabaríamos haciendo las paces. Menos la
última vez.
Echo de menos que te rieras
cuando te contaba algo por estúpido que fuese y que te mantuvieras fuerte
cuando yo te necesitaba así.
Echo de menos tus “¿Esa
camiseta es nueva? Te sienta genial.”
Echo de menos que me
protegieras, que me cuidaras y sentirte cerca aún estando separados por el
océano más grande del mundo.
Ojalá no pienses que me
arrepiento de todo esto, ojalá no pienses que me arrepiento de quererte y
haberte querido, ojalá no pienses que te considero un error, ojalá no pienses
que ya no te quiero, ojalá no pienses que ya no me importas.
Porque te equivocarías, te
equivocarías porque nunca me arrepentiría de haber vivido esto contigo, nunca
me arrepentiría porque has sido, eres y vas a ser siempre de las cosas más
bonitas que me ha pasado en la vida.
Te equivocarías porque tú
fuiste el primero que supo verme como de verdad soy, porque fuiste el primero
en hacerme sentir viva y bien conmigo misma, porque fuiste el primero en
decirme un “te quiero” real, mirándome a los ojos y porque te encargaste de no
parar de repetírmelo hasta que lo entendí.
Porque fuiste el primero que
consiguió sacarme de un boquete en el que ni yo misma sabía que estaba, porque
fuiste el primero en erizarme la piel solo con mirarme.
Porque desde que apareciste tú, yo dejé de buscar razones para quererme porque tú me las diste todas, una a una.
Porque nadie me ha vuelto a
mirar como lo hacías tú, como si fuese lo único que merecía la pena mirar.
Confío en mi y confío en que
en algún día me deje de doler tanto asumir que tú y yo nunca más.
- Inés Expósito.