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viernes, 1 de mayo de 2015

Una historia para contar.


"Nací en Córdoba en una familia de padres toxicómanos. Mi padre se dedicaba a la venta de drogas, a los atracos…
Recuerdo que mis padres se inyectaban heroína delante de mi y de mis hermanas.
Yo, desde muy chico, al ver la situación que había en mi casa empecé a salir a la calle y me iba a la otra punta de Córdoba andando solo hasta el barrio de mis abuelos, que eran a los que yo más quería.
Mi abuela, al escaparme tantas veces de mi casa me decía:

-       ¿Carlitos, cabrón, ¿Otra vez te has escapado de la casa? ¿Cómo es que tan chiquito vienes desde la otra punta de Córdoba tú solo?

Y yo le decía que había hecho el camino con mi madre muchas veces y lo recordaba bien.
A mi me gustaba mucho estar ancá1  mis abuelos porque al contrario que mis padres, ellos me daban mucho cariño. 

Mi abuelo me contaba muchas historias, me contaba muchas veces que estuvo en la guerra de España, era militar y muy amigo de Franco. O eso me contaba él.
A mi abuelo le pegaron un tiro en la pierna y se la tuvieron que cortar.
¡Llegaron a ascenderlo hasta sargento! Recuerdo ver a mi abuelo vestido de militar, con su pierna cortada, su muleta y su bastón. Iba al cuartel de Lepanto, allí era una persona muy querida porque se ponía mucho en el lugar de los soldados.

Cuando yo salía de la casa de mis abuelos siempre llevaba en el bolsillo cinco duros para comprar chucherías en el quiosco.  Ese quiosco estaba detrás de mi calle y le pedía a la mujer las chucherías que estaban detrás de ella. Cuando la mujer se daba la vuelta para coger lo que yo le había pedido, le quitaba las chucherías del mostrador y me iba corriendo para la casa de mis abuelos, entonces mi abuela me decía:

-       “¿De dónde has sacado tantas chucherías, chiquillo?
-       “Del quiosco, que había una mujer muy guapa y se las he quitado.” Le contestaba yo.

Después, cuando me aburría de estar ancá mis abuelos me iba de nuevo a la otra punta de Córdoba, al barrio de los gitanos dónde vivían mis padres.
Recuerdo que nos poníamos de noche en el barrio con las candelas a cantar y a bailar.
Siempre había muchas botellas de vodka, “wixky”2 y otras muchas cosas que no se bebían, cuando algunos de los gitanos no se daban cuenta  yo les quitaba las botellas y me las pimplaba3.
Recuerdo a mis tías y a mi madre bailando y cantando alrededor de las candelas.

Por motivo de las drogas, me separaron de mis padres y me llevaron con mis hermanas a un colegio de monjas.
Yo no quería estar allí  y pensaba todos los días en la forma de escaparme porque echaba de menos a mis abuelos y hasta a mis padres.
Allí en el colegio había algunas monjas que eran muy buenas, me querían mucho y me cuidaban muy bien, otras no tanto.
Por las noches, cuando me acostaba pensaba en la forma de “darle las vueltas a las monjas”4 para irme a la habitación de una niña que se llamaba María y era muy bonita. A mi me gustaba mucho y pensaba muchísimo en ella.
Una noche, cuando apagaban todas las luces del pasillo, abrí la puerta con mucho cuidado y llegué a la habitación de María.
Ella se asustó mucho y empezó a hablar con mi hermana, que era su compañera de habitación. Estaban tan asustadas porque las luces estaban apagadas y no veían que era yo, entonces yo les dije:

-       “¿Se queréis callar ya las dos joe? Que soy el Carlitos…”
-       “¿Qué haces tú aquí chiquillo?” Me decía mi hermana.

Y yo le dije que María era muy bonita y que yo quería dormir con ella, pero María me dijo que las monjas podían venir, a lo que yo le contesté que ya estaban acostadas. María me dijo que durmiera un ratito con ella pero que luego se fuese para su cuarto.
Yo, muy contento, me metí en la cama de María y me tapé con ella y le dije a mi hermana que se levantara para que corriera la cortina y entrara un poco de luz, así podría ver mejor la cara de María.
Yo, mirándola, le dije que era muy bonita y que si quería ser mi novia, para mi sorpresa, ella dijo que si y yo me puse muy feliz. También le dije que mañana íbamos a jugar juntos en el patio y que yo jugaba mucho con sus hermanos.
Al rato me fui a mi habitación y no pude dormir en toda la noche pensando en María, desenado que fuera por la  mañana para verla, estar con ella a su lado.
Cuando estábamos por el patio yo le decía que esta noche iría a su habitación a dormir con ella y ella muy asustada me decía que si Sor Lucinda me cogía allí me iba a dar una paliza, pero yo siempre le decía lo mismo, “no te preocupes bonita mía, que yo le doy la vuelta a las monjas.”
Recuerdo haber ido muchas noches a su habitación, recuerdo haberle dado algunos besos y hasta llegué a ponerme encima de ella y remear5 lo que un día vi, a pesar de que eramos muy niños los dos.

Mi dolor llegó cuando me tuve que separar de María porque me adoptaron.
A día de hoy, con casi 40 años que tengo no hay día que no me acuerde de ella.
Que Dios me la cuide y sea feliz."

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Ancá: Es una forma de decir "En casa de".
Wixky: Whisky.
Pimplaba: Bebía.
Darle la vuelta a las monjas: Engañar, darles esquinazo.
Remear: Imitar.


Como ya os dije, quería aprovechar esta entrada para contaros esta historia, totalmente verídica.
El protagonista de esta historia (que no se llama Carlos, por cierto) es un presidiario que ha tenido una vida más difícil de lo que estas lineas expresan.
Esta historia me conmovió al instante, no solo por el mensaje de amor tan bonito que esconde, sino por la manera en la que sus ojos se empapaban a medida que iba avanzando en su historia y por la sonrisa que se le escapaba cuando hablaba de sus abuelos, María (que tampoco se llama María, es por proteger su privacidad, supongo.) o incluso de sus padres.

El texto está transcrito tal cual, de ahí a que haya algunos errores gramaticales o de expresión, pero no me parecía bien corregirlo, pues la esencia de la redacción se perdería totalmente en mi intento.
Si hay algo que de verdad me marcó de este hombre fue una acotación que hizo una de las veces que hablaba de sus padres que decía así :

“En ese entonces no entendía porqué mis padres me trataban así, no entendía porqué no me querían, porqué no me abrazaban cuando tenía miedo por las noches, pero ahora lo entiendo, maestra, las drogas se adueñaron de nuestro huequito reservado para nosotros en sus cabezas, ellos no tuvieron la culpa, mis padres eran buenas personas…”

Por alguna razón la historia de este hombre me conmovió en su día y aún consigue erizarme la piel y emocionarme a día de hoy, sobre todo las últimas dos lineas.

Soy consciente de que el protagonista de esta historia no está donde está por cortar flores en el parque, soy consciente de que ha cometido un error para estar donde está, pero quiero que olvidéis donde está ahora, que ha podido hacer, por qué está en prisión, quiero que penséis cuán increíble es que una persona aparentemente tan dura pueda mostrarse tan vulnerable ante alguien... 
Me parece tan bonito que dentro de un corazón tan oscuro haya una fuente de luz aún por descubrir...
Dicen hasta el corazón más frío se derrite en las manos adecuadas y no cabe la menor duda de que así es. 

Me gustaría saber que os ha parecido la historia, que pensáis o si os ha gustado. Una vez más, mil gracias por leer.

                                                                 - iks