Querida yo misma;
Antes que nada, quiero que sepas que la que te escribe no es otra que yo misma, osea tú.
Desde dentro, desde ese lugar que nadie puede ver pero todos se toman la libertad de opinar, de ese lugar incómodo, frío, oscuro que algunos llaman "conciencia" o "memoria".
No te voy aconsejar,estoy harta de hacerlo y que no me hagas caso, en lugar de eso, me voy a limitar a decirte las cosas como son, y tú , osea yo, sacarás conclusiones.
Una vez alguien te hizo daño, sentiste la humillación en primera persona, conociste la vergüenza, le viste a la traición el brillo en los ojos justo antes del golpe.
Lo físico no fue lo que te dolió, ¿Verdad? lo que dolió fue el odio que viste contenido en un espacio tan pequeño. Lo que dolió fue la sorpresa.
Pero eso ya ha pasado y el tiempo también, muchos años después de eso, se volvió a repetir y no solo fue la sorpresa la que volvió sino que también volvió el dolor, volvió esa sensación de inseguridad que nos demuestra una vez más que no hay lugar donde resguardarse del dolor humano. Pensaste incluso que preferías el golpe físico a ver esa mirada de nuevo acechándote sin ningún tipo de compasión.
Llegaste a pensar que preferías mil veces el dolor físico que el dolor que te producía esa voz desgarradora diciéndote "te lo mereces" una y otra vez, esa voz que aún no siendo tuya suena como tu voz, esa voz imposible de callar...
Lo recuerdas,claro que lo recuerdas.
Hubo una vez no muy lejana que creiste en las personas, confiaste en ellas y te defraudaron, en realidad muchos más de los que tú crees y decidiste no entregar tu confianza a nadie más.
Decidiste dejar de ser tú misma, siendo una persona para los demás y otra totalmente distinta para tí misma.
Decidiste no querer que nadie conociera realmente como eres, así nadie podría ver que hay detrás de una imagen que cuenta lo que no eres.
Decidiste no confiar en la suerte, porque no existe y en el caso en el que si existiese no te favorece.
Entonces te ataste los cordones con fuerza, levantaste la mirada, forzaste una sonrisa con la que entretener a los demás y el camino se te hizo claro.
En tu camino, alguien te dijo que eras increíble, que tenías talento, que el mundo debería albergar capacidad para más gente como tú, que explotases de una vez, que tienes muchas cosas que decir y mucha gente que te escucharía decirlas, que tienes una casa en cada rincón del mundo, que tu sonrisa era preciosa y seguiste caminando. Al principio te costó reconocer esa voz que te dijo todas esas cosas maravillosas, pero poco a poco, la fuiste haciendo tuya.
A pesar de todos los problemas que me has causado, que me causas y que me causarás en un futuro, te volví a respetar.
En un pasado no muy lejano, llegué a odiarte por ser así, tan fuerte y tan débil a la vez...
No cambiaste demasiado, pero ahora te veo de otra forma.
Ahora casi te entiendo cuando quieres estar sola, alejarte de todos para pensar y sobre todo, te entiendo cuando solo abres tu corazón a la gente que lo merece.